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MARLA -
La mañana despertaba gris, triste, como si intuyese lo que le esperaba. Su pequeño cuerpo aún caliente, permanecía tirado en aquel lúgubre callejón, en su cabeza se repetían una y otra vez sin cesar los recuerdos de la noche anterior. No era justo, ella sólo pretendía volver a su casa, sólo quería regresar a la hora marcada, y ahora, ahora que hacía allí, porqué no estaba en su cama, miraba alrededor y no, lo que veía no era su acogedora habitación, aquellos brazos que la hacían sentirse segura, que ocurría, ¿dónde estaba? Aquello debía ser una pesadilla, sí, seguro que lo era, -
MARLA Y GAEL
Marla y Gael, se habían conocido hacía unos tres años cuando el chico había acudido a la editorial donde Marla trabajaba, para presentar un libro que estaba escribiendo. El chico llevaba viviendo en España, algunos años, y siempre le decía que ella era lo mejor que le había dado aquel país. Al principio Marla no había querido saber nada de él, pero el chico había seguido insistiendo día tras día, su historia era, una verdadera historia de amor. Una mañana Marla había encontrado en su mesa una carta que había llegado a la editorial a su atención, la carta no llevaba remite, Marla la abrió, dentro había un trozo de papel y unos pétalos de rosa, leyó:
“Sería imposible para mí volver a Italia, imaginar mi vida sin esos ojos, esa mirada, sería matarme, sería morir. Por más que busco las palabras, no consigo hallar, aquellas válidas para expresar, lo que siento, lo que sentí, lo que sé que sentiré siempre por ti, porque me quieras o no, me ames o no, yo siempre estaré aquí, sé que eres todo lo que necesito, que el tiempo, el destino o quizá ese dios que llamamos Cupido me han traído a este país sólo para encontrarte a ti. Eres lo que necesito, lo que anhelo, mi luz cada mañana al despertar, mi último pensamiento al dormir, son tus ojos los que guían mi camino, tus labios los que dan sabor a mi alimento, eres tú, mi destino, mi único camino. Y aunque me taches de loco, de hablador, de charlatán o mentiroso estoy seguro que lo que quiero es pasar el resto de mi vida, de mis segundos, mis minutos, todas y cada una de mis horas, junto a ti, contigo. ¿Quieres casarte conmigo? Gael”
Entre los pétalos de rosa Marla encontró un pequeño anillo hecho del envoltorio de algún chocolate, en uno de los pétalos, el más grande leyó: “Sé que te mereces, el cielo, las estrellas, el sol y el universo pero Espero que sea suficiente por el momento”
A los dos minutos tocaron la puerta de su despacho y alguien apareció con una pequeña bola de nieve, dentro un hadita del bosque de los que a Marla tanto le gustaban. Y una nota “¿Lo has pensado? Tú eres mi hada” Le costó entender como aquel chico sabía que a ella le encantaban las hadas, después había pensado, como puede preocuparme sólo que sepa que me gustan las hadas cuando me ha pedido que me case con él, pero si ni siquiera la conocía. Como Gael ya había dicho en su carta, lo tachó de loco y no se cuantas cosas mas. Pero su insistencia al final tuvo recompensa y Marla le dio una oportunidad, solo una para comprender ella también, que él era su mitad.
Gael no se cansaba de decir que sin ella moriría, le regalaba besos, caricias y poemas cada día, no pasaba ni un solo día sin escuchar un Te quiero de sus labios. Cuando alguno de los dos tenía que estar lejos por alguna razón era como si les faltases el aire. En una ocasión, durante un viaje a Italia de Gael, su avión tuvo problemas en el aterrizaje, Marla se encontraba en una reunión de trabajo, de repente sintió una angustia indescriptible que la hizo salir de la sala, podían sentir el miedo, el dolor, la alegría de su otra mitad.
MARLA
Marla era una chica alegre, soñadora, amante de las palabras, por esa razón había decidido estudiar Filología hispánica, aunque todos le dijesen que no servía para nada, sirve para mí, decía ella, porque es lo que quiero hacer, si algo tenía Marla era su tozudez, si algo se le metía en la cabeza, ya no había forma de sacarlo. Había dedicado parte de su juventud a leer, escribir, estudiar, ... Sus amigas siempre acababan por dejar de ir a buscarla, cansadas que nunca quisiese salir con ellas. Pero a Marla no le importaba, sabía que la conocían, y la querían así. – Así nunca vas a encontrar novio, le decían algunas de ellas. No me importa contestaba ella, tengo miles de historias que leer y contar, para que necesito una de verdad. Esa era su vida, su historia, hasta que aquel chico de ojos verdes y tez morena, entró en su vida, poniéndola patas arriba, y arrancándola para siempre de su soledad, esa que tanto le gustaba en ocasiones, pero que ahora, le encantaba compartir con él.
GAEL
Gael era un chico extrovertido, loco, impulsivo, había llegado a España hacía ya cinco años, por un impulso, una tarde cuando paseaba con unos amigos por una de las estrechas calles de una localidad de la Toscana Italiana, había visto en un local un grupo de gente española, en aquel mismo instante decidió que debía viajar a España, y sin pensarlo dos veces, con los pocos ahorros que tenía, ahí estaba tomando un vuelo a nuestro país sin ni tan siquiera él encontrar una razón lógica para aquella locura. Tiempo después cuando conoció a Marla, dijo que había comprendido por qué el destino se había empeñado en traerlo hasta aquí, sabía que ella lo estaba esperando. En estos cinco años había viajado a su lugar de origen en contadas ocasiones, hacía unos meses habían planeado el viaje mas importante para él, iban a visitar a su gente, a su familia, sus amigos, su ciudad... por fin todos iban a conocer a la mujer de su vida, la persona mas importante para él, su otro yo.
GAEL – EL FIN
Aquella noche él no había querido acompañar a Marla, no se encontraba del todo bien, ella había quedado con sus amigas para ir al cine, y aunque hubiese preferido quedarse con él, cuidándole, la convenció para que saliese, ¿Por qué no fue un egoísta, y le pidió que se quedase a su lado? ¿Por qué le permitió marcharse, por qué no la acompañó?
Eran las 8 de la mañana y Marla aún no había regresado, la había llamado en varias ocasiones sin obtener respuesta, pero no había querido insistir demasiado, Marla no era una chica que saliese demasiado y para una vez que lo hacía... a lo mejor se lo estaba pasando bien con sus amigas y no se había dado cuenta la hora que era.... pero en su corazón había una indescriptible sensación de miedo, ... – No, se decía, no te preocupes, es solo que no estás acostumbrado, sólo ha ido al cine, ¿qué puede pasarle? Pero ni él mismo podía convencerse. El teléfono de casa sonó, era raro, nadie solía llamarles a ese teléfono, el corazón le dio un vuelco, y casi cae al suelo cuando se levantó de golpe para responder. – Si, -
Aún estuvieron hablando unos minutos, tenía que ir a la calle mayor, la calle mayor, la calle mayor, era lo único que podía repetir en su cabeza, y la palabra accidente que retumbaba en su corazón y su mente haciéndole estremecer. Casi en un estado catatónico, cogió las llaves del coche y se dirigió hasta el lugar que le habían indicado. Sabía que algo no iba bien, intentaba una y otra vez pensar que tal vez, solo había sido un leve accidente, y que al llegar encontraría a Marla un poco asustada y poco más, pero no, por mucho que intentase pensarlo, él sabía, estaba seguro que ella no se encontraba bien, su corazón se lo decía, era como si se estuviese rompiendo por dentro, en ocasiones le costaba respirar, no podía pensar, quería llorar, gritar... llegar, por fin llegar.
Y ahí estaba, al principio de la calle. A lo lejos pudo ver el tumulto de gente que se agolpaba alrededor de algo o alguien y una ambulancia, una ambulancia que resonaba en sus oídos, que deslumbraba sus ojos, corrió hacia aquel lugar sin tiempo ni siquiera para cerrar su coche, que mas daba, lo único que quería era llegar, llegar....
No, era imposible, aquello no podía ser cierto, estaba allí, en el suelo, aquellos ojos que tanto había amado, ahora fríos, inexpresivos, esa piel que con tanta pasión había acariciado una y mil veces, estaba rota, llena de arañazos, no había ni un solo pedazo de su cuerpo que no estuviese cubierto de sangre, de heridas, su pelo, su precioso y suave melena negra ahora enmarañada ocultaba parte de su rostro, no podía resistir lo que veía, su cuerpo desnudo, sus ropas rasgadas, no, no podía ser ella, no. Se lanzó al suelo de rodillas ahogando un estremecedor grito de dolor que no pudo reprimir cuando tocó su rostro pálido, frio, ¿quién podía haberle hecho aquello?¿quién? Gritó desesperado una y otra vez, se abrazó a aquel pequeño cuerpo que tanto había amado, que tantas veces había deseado.... y lloró, de rabia, de dolor, de impotencia e incluso... de culpa. Los sanitarios intentaban apartarlo de ella, para poder llevarse su cuerpo pero no conseguían separar aquel abrazo, escuchaba en su cabeza una voz lejana que le decía una y otra vez, Gael, estoy aquí, soy yo, ... Se estaba volviendo loco, era incapaz de soportar tanto dolor. Y así abrazado a su cuerpo se desvaneció... Los enfermeros corrieron hacia él, e intentaron reanimarlo, pero de repente su cuerpo entró en estado de Shock, era como si su corazón se negase a latir, sus pulmones a respirar, no quería vivir... Le aplicaron varias veces descargas eléctricas, masajes cardíacos, pero era imposible, su corazón se había parado. Había preferido morir a vivir sin su otra mitad.
MARLA Y GAEL. EL FIN
Gael se levantó y vio a Marla mirándole, aún incrédula, estaba de nuevo junto a ella, ¿acaso todo aquello había sido una horrorosa pesadilla? Pero no... al seguir la mirada de ella, y ver aquel dolor en sus ojos, comprendió que no era así, lo que Marla miraba con dolor, no era su propio cuerpo en el suelo, sino el de él: Los Sanitarios habían decidido dejarlo en el lugar donde su corazón había abandonado cualquier voluntad de seguir latiendo, abrazado a ella. Ocultando aquella horrorosa visión.
Al día siguiente, los diarios del país recogían la noticia. “Muerto de Amor” rezaban los titulares de algunos periódicos.
“Ayer fue hallada en la Calle Mayor, el cuerpo de una joven de unos 25 años de edad que responde a las iniciales de M.M., según los datos policiales, había sido victima de una violación cuando regresaba a su casa. Su pareja, un chico de nacionalidad italiana que responde a las iniciales de G. T., ha muerto victima de un paro cardíaco al ver tan dantesca imagen. En los días que vivimos, donde un día sí y otro también nos asaltan las noticias de muertes causadas por la violencia de género, parece increíble encontrar a alguien que muere de amor y no que mata por un supuesto amor. Allá dónde estén esperamos que puedan vivir su amor felizmente, ese que algún desalmado se empeñó en fusilar.”
CRISTINA AUGUSTO